-¿Cómo he de sentirme segura con mi alama y supuesta belleza, si aquel osa de imaginar encuentros perfectos en los que desea la belleza y el cuerpo de una completa desconocida?-
-Si tan solo pudiera decirle..
-Si tan solo pudiera decirle que él es el protagonista de mi dolor, el esclavo de mi imaginación, el dueño de mi amor.
-Tiene que decidirse entonces. Tomar las fuerzas necesarias y gritarle lo que su corazón tanto anhela; si no, su alma ahora enamorada y su corazón ilusionado yacerán en la cripta mas oscura de la perdición.
-Y mientras yo, adicta de sus caricias y palabras, ausente de mi realidad ante su presencia, soñadora de su vida con la mía; mi corazón intenta rendirse soberbio de su razón y terco con su dolor, vivo esperando el dichoso instante en el que mi amor venga a mi y sin importar la adversidad me tome entre sus brazos y me lleve con él a las tierras mas lejanas y prosperas.
-Mi señorita no es culpable de la avidez de su corazón, sus ojos no merecen el reflejo del dolor. Es solo el destino quien revelara si su amor es el encomendado a vivir en su interior.
-¡Contertulia! Mi querida contertulia. Mi amor goza de la exhibición de su agraciada belleza, de sus infinitos encantos con los que la vida lo ha compensado y los que esgrime para captar el deseo de cuanta moza dispuesta coexista a su alrededor. Tan inmenso es mi dolor al solo evocar el posible cortejo perseverante y totalmente ajeno.
-¡Oh! ¡Mi Señorita! Aquellos celos que la acongojan, la desdicha que la mantiene sumisa serán borrados con la ilusión y la calidez del próximo abrazo de su amor, no desespere.
-¡Tienes razón! Solo así lo que juzga mi corazón sera desvanecido y la gracias volverá a mi alma. Pero, en su ausencia, mi pensamiento divagara y esa gracias se marchitara insistente de la inseguridad que se adueña de mi. Mi respetar yacerá en el fuego del enojo y a expensas de la desesperación caeré en duda y avaricia hacia cualquiera que goze llenar sus ojos con la belleza de mi amor.
-Mi señorita es hermosa, agraciada, radiante de excelencia. Encantadora ante los ojos de cualquier morador de cualquier emplazamiento y bienaventurado de que el fulgor de su mirar enfile en su dirección. Y si me lo permite, mi señorita, es una condena a la que se somete, una pesadumbre injusta y ultrajante, siendo Mi Señorita una titular imponente de belleza.
-¿De que me sirve? Si lo único que me dispongo es gozar el cariño de mi amor. ¡Que me importan los moradores! Si quien ha robado mi corazón es el mismo causante de mi dolor. Mi ser anhela con infinita desesperación su completa vigilancia, su completa observación, ser rea de su corazón. ¿Acaso es cuantioso mi deseo por su abarrotada pasión?...